REGRESIÓN
¿Cristian? Sí, se llamaba Cristian. Nos conocimos en el jardín. Tres años de jardín y seis de primaria juntos, y me acuerdo de la cara pero no del nombre. La memoria es rara. Me acuerdo de la época en que éramos amigos. Mi mamá nos esperaba a los dos a la salida, porque la suya llegaba tarde a veces, y nos compraba un helado de agua a cada uno si hacía calor. ¡Cómo me gustaba el de sandía! Solamente esa marca lo hacía, a diez centavos por palito, y no sé por qué hasta ahora nunca más había podido conseguirlo. Cristian se pedía uno de esos pero amarillo, me acuerdo. Creo que era el de ananá. Cuando a su mamá se le hacía muy tarde íbamos los dos a mi casa a almorzar y a hacer la tarea, y después nos quedábamos jugando a la mancha o a las escondidas. No entiendo por qué me gustaba tanto la hora de educación física de chico. Capaz se me atrofió el cuerpo al crecer, y por eso de a poco me dejó de gustar. De chicos todos somos de goma. ¿Puede ser que con cada año que pasaba corría más lento?