UNA NUEVA ERA

Nuestra historia está construída sobre relatos de héroes, hombres de temple de acero que resistieron frente a las adversidades más terribles y los tiempos más oscuros imponiendo su voluntad en la ruta del progreso. Pero muy pocos hombres en la historia de la humanidad pueden jactarse de haber sacrificado tanto por su gente como lo hizo Luke Walton. Mi marido, mi camarada, era un hombre sin honores ni títulos. Los únicos méritos que poseía cuando el Gran Solsticio arrasó Londres eran sus conocimientos de aprendiz de ingeniería y su convicción de que el único futuro posible era mediante la hermandad de los trabajadores. Nuestro presente, nuestra supervivencia, es la prueba fidedigna de que sus convicciones fueron acertadas.

Luke era joven para la tarea que le fue designada aquel martes de noviembre de 1851, el último día de la Era Victoriana. Los ideales que hoy sostenemos en la Asamblea apenas habían nacido, y quienes los habían traído al mundo yacían en sus tumbas heladas no muy lejos de nuestros refugios. A pesar de su nula experiencia en los pormenores de la política fue él quien, en su primera propuesta como Secretario General, rechazó la evacuación forzada al Palacio de Windsor y cortó de raíz los lazos con la nobleza, al mismo tiempo que fundaba una sociedad nueva y demostraba que las mejores decisiones surgen del consenso de los trabajadores.

Sus detractores criticaron sus gestiones y envenenaron los oídos de nuestros camaradas diciendo que se convirtió en un tirano corrupto que hacía caso omiso a los valores de la caridad. ¡Hoy queda demostrado que quienes esparcieron tales mentiras no son más que hipócritas y traidores! Acusaron a Luke de apoyar el abandono de los enfermos, ¡pero fueron ellos quienes exigían más camas libres en los hospicios! Acusaron a Luke de no querer enviar expediciones a York ni a Gales, ¡pero fueron ellos quienes decían que las raciones no bastarían para alimentar a más sobrevivientes! Compararon a mi marido con los viejos capataces de fábrica a causa de las jornadas extendidas, ¡pero ellos repitieron hasta el cansancio que no serían suficientes las mantas ni el carbón!

Recordemos que fue Luke quien organizó las primeras divisiones de rescate y de caza. Fue él quien planificó la conversión de los invernaderos botánicos para nuestros cultivos y la reconstrucción de nuestros hogares. Las decisiones difíciles y los sacrificios son una carga que viene con el liderazgo en tiempos como éstos. Nadie tiene ningún derecho a ensuciar su nombre, conociendo nuestros sacrificios y habiendo vivido las penurias que hemos vivido en estos años. El precio de la supervivencia recae en cada uno de nosotros, y lo hemos pagado con intereses.

Los traidores intentaron dividirnos, hacer flaquear nuestra voluntad y tentarnos con el confort de la servidumbre ante la nueva reina títere de Windsor, y al no poder doblegarnos con su desgaste decidieron conspirar para acabar con la vida de Luke Walton, nuestro Secretario General. Han terminado con su vida, pero han fracasado en su misión. Hoy Londres llora la pérdida de su líder, un héroe de los tiempos modernos, un mártir de su pueblo y de la causa comunista. Los trabajadores del mundo por siempre recordarán su nombre como sinónimo de independencia, de bravura, de tenacidad y, sobre todo, de esperanza.

Hoy Londres no llora con pena. Llora con rabia, furiosa, alumbrando el alba de una nueva era. Una era que promete ser la liberación de los pueblos y el fin de la tiranía. Una era de equidad para todos los hombres y mujeres en la faz de la tierra que tienen la valentía de continuar su lucha frente a estos tiempos extraños. Una era en la que la nobleza y la burguesía se quebrantará frente al fuego de la metralla y la determinación de la persona libre. ¡Dejen que la rabia los inunde, camaradas! Es lo único que corresponde hacer frente a la injusticia.


Consigna del día 3: Obituario de un ser querido, incluyendo de ser posible soportes materiales. 

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