LA LIBERACIÓN DE LOS PUROS

El calor y la humedad pesaban más que de costumbre ese jueves de julio. El canto agónico de las cigarras lo envolvía todo afuera, mientras que adentro Katherine luchaba entre la pesadez de sus párpados y su ansiedad. Era el tercer día desde que su marido se había ido en uno de sus viajes. Éste no era el viaje más largo que había hecho, y Kathy ya estaba acostumbrada a sus ausencias, pero nunca le había resultado fácil hacerse cargo de la casa sola. Sentía que cuando él no estaba recaía en ella el deber de la figura paterna, un trabajo extra al de madre y ama de casa que sabía que jamás podría desempeñar del todo bien. Harry era el jefe del hogar, y ella su complemento. Así, como deben ser las familias buenas y puras. 

Adam, su hijo mayor, se le acercó arrastrando el muñeco de tela blanca que ella le había hecho para navidad. “Mami, quiero ver la película de los caballeros” le rogó con su inocencia a flor de piel. Katherine notaba la modorra malhumorada en su carita, y la videocasetera estaba descompuesta, así que veía un berrinche en el horizonte. Le explicó que no se iba a poder hasta que su padre consiguiera un nuevo aparato, y que luego de terminar de amamantar a Sophie ella iba a pasar el resto de la tarde jugando con él. Esa promesa bastó para hacerlo volver a sus otros juguetes el tiempo suficiente para que Sophie se durmiera por fin. 

Tanto Kathy como Adam no habían almorzado, a pesar de haberse despertado temprano con el sonido de las cigarras. El calor les quitaba el hambre y la energía por igual. Luego de acostar a Sophie, Katherine se escabulló hasta la alacena y preparó unos sándwiches de mantequilla de maní y mermelada, para tener algo en sus estómagos antes de ponerse a jugar. Una vez saciados comenzaron. 

Adam llegaba en su prestigioso corcel de nombre “Proudy”, representado con la escoba de paja. Katherine se escondía dentro de la cabaña rodeada de seres nefastos, representada por las cajas vacías apiladas en el rincón. Adam cargaba con su ejército de caballeros, cortando cabezas mientras la damisela en el interior de la cabaña gritaba por piedad para su familia de muñecos de tela. Al finalizar la batalla con la victoria profetizada Adam descendió de su montura, hizo el saludo a la bandera con la araña, y anunció la liberación de los puros. Kathy lo aplaudió con orgullo de madre, secándose una lágrima surgida sin saber por qué. El sueño y el calor la hacían sentir aturdida. 

Fue un día largo. Sophie se había despertado durante la tarde, y parecía tener fiebre. Luego de calmarla y amamantarla volvió a dormir. Adam continuó jugando por su cuenta hasta tener hambre, luego hizo rabietas por no querer cenar otro sándwich, que acabó comiendo igualmente, y por fin se durmió entre sus muñecos. Katherine estaba de nuevo despierta en mitad de la noche, agotada y sola con sus pensamientos. Había sentido malestares los días anteriores, y ya sabía que cuando aparecían esos malestares la sangre iba a aparecer luego, y Harry iba a estar de mal humor. Era importante estar lista. A veces extrañaba tanto a Harry que incluso empezaba a dudar del compromiso de su marido. Empezaba a dudar de su fidelidad para con su familia y su causa, e imaginaba que sí sería capaz de hacer bebés con otras mujeres. Pensar esas cosas angustiaba a Kathy, pero entre el cansancio y la angustia ella lograba dormir. Así se preparaba para el día siguiente y todos los que vinieran, hasta que él por fin llegase. 

Golpes secos la despertaron a mitad de la noche. Luces de colores se filtraban por las ventanas mientras alguien entraba en la habitación apuntándole con una linterna. Era una mujer, una de esas abominaciones mestizas de las que hablaba su marido, pero usando una armadura oscura con letras blancas. 

“Todo va a estar bien, Kathy. Ya terminó.” 

Katherine no comprendía nada. Todo se volvió difuso. Harry le dijo muchas veces que la defendería cuando llegasen a buscarlos para el genocidio blanco. ¿Dónde estaba Harry? La mestiza le hablaba a una caja negra pidiendo que venga un equipo de algo. 

“Nadie va a lastimarte, Kathy, ¿de acuerdo? Respirá despacio.” 

El llanto de Sophie saturaba el ambiente. Adam estaba parado sobre su cama lanzando gritos de guerra contra los invasores. La mujer de armadura ahora pedía también una ambulancia. 

“Vas a ir a casa. Ya terminó.” 

Katherine seguía sin entender. ¿Por qué aún no volvía Harry? ¿Por qué una mestiza la ayudaba a ir a casa? ¿Por qué no podía parar de llorar?

 

Consigna del día 4: Personajes que están aburridos, y al final pasa algo que cambia la situación. 

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