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Mostrando las entradas de enero, 2012
Lo que relataré a continuación sucedió hace dos noches, cuando estaba recostado en mi cama a punto de dormir. En mi cabeza se disputaban dos fuerzas: por un lado, el sueño con sus ejércitos de endorfinas intentaba apoderarse de mi cerebro en un intento desesperado, y por el otro mi pobre voluntad resistía en la meninge (quiero decir, las murallas) defendiendo mi firme pensamiento. Y mi pensamiento era "¡Quiero seguir escribiendo!" Así, esta batalla sin sentido duró cerca de 15 angustiosos minutos. Ambos bandos comenzaron a cansarse, dando lugar al estado de ensueño. Fue entonces que de entre tanta confusión una voz se hizo presente, y dio un mensaje aún más confuso que puso fin a la batalla y declaró la victoria del sueño. El mensaje estaba dirigido a mí, y fue el siguiente: << ¡Hola, Pablo! Nunca me había presentado en esta forma, pero yo sé que vos me reconoces. Yo no te mentiría... bueno... ehhh... En fin, yo soy el que hace posible que vos crees lo que creás, que es
Los generales Se oye el silbato. Bajan la rampa a toda prisa, porque no hay tiempo que perder. Los primeros en bajar son los primeros en morir. El hombre avanza, cubriéndose con los rieles que había en la playa. No le importa el frío, ni que esté empapado, ni que lo hayan mandado al quinto infierno. El sabe que llegó su hora. Putea para sus adentros a esos vanos generales que dijeron "Adelante, háganlo". Maldecía a los tipos que le hacían la vida imposible desde los acantilados, y que se la quitaban a sus camaradas. Se arma con los últimos vestigios de hombría que le quedan y grita: - ¡Adelante! Se tropieza, se levanta, se recupera, sigue… No le importan sus compañeros, ni los alambres de púas, ni las trampas antitanque, ni los gritos desesperados de auxilio que se oyen en la playa, ni el hecho de que hay más de diez personas disparándole desde arriba. Sólo le importa terminar con el infierno. Pero no puede volver a abordar la lancha y decir “Llévenme a casa”. Tiene que h

Los colores de Alicia - Capítulo 1

Capítulo 1: Ascensión Aquella noche Alicia no pudo dormir. Se quedo recostada, inmóvil con los ojos cerrados esperando que el sueño le llegue. Sentía revolverse el estómago, le habían prohibido comer por la droga que le habían inyectado. Se moría de hambre. Intentaba imaginar cosas: el cielo, las ciudades, los autos yendo y viniendo con las luces encendidas. Imaginaba cosas que jamás había visto. También imaginaba cómo sería conocer gente como ella, que no la llenen de preguntas y de cables y que comparta su visión de las cosas sin recibir latigazos por ello. Se imaginaba personas en las que era posible confiar, con las que era posible hablar y reír. Sin darse cuenta, imaginaba la libertad. En eso oyó que se acercan pasos. Oyó que el que se acercaba traía las llaves de su habitación, que eran cinco personas y que se daban prisa. Alice abrió los ojos y se incorporó para recibir apropiadamente a sus invitados. Abrieron la puerta. Aparecieron tres hombres vestidos con extraña r