2 de abril
Supongo que algo, por más mínimo que sea, debemos
saber ya acerca de la fecha del 2 de abril de 1982… Un día en el cual
recordamos una, y quizá la mayor de las infamias perpetradas por la última
dictadura militar, que fue la Guerra de las Malvinas. Ese 2 de abril,
precisamente, en las primeras horas de la madrugada, un cuerpo anfibio
argentino compuesto por el 25º Regimiento de Infantería del Ejército, y el 2º
Batallón de Infantería de Marina tomaron por asalto las instalaciones de
administración y defensa de Port Stanley (que pasó a llamarse Puerto
Argentino), y reintegraron las Islas Malvinas al territorio nacional tras 149
años de ocupación inglesa. Fue una operación militar de estricto carácter
diplomático, puesto que en el contexto de la Guerra Fría y de la lucha contra
el comunismo se quería conservar la simpatía de la OTAN. Ese día, más del 80%
de los efectivos desplegados para el combate eran soldados con formación
completa y especializaciones en distintas armas, y sólo se tuvo que lamentar 1
baja argentina… 1 sola baja argentina, ninguna británica, y las islas volvieron
a ser nuestras.
¡Qué victoria, ¿no les parece?! Sí, una victoria así
era justo lo que necesitaba la Junta Militar para desviar la mirada de la opinión
pública. Una opinión pública que, irónicamente, una semana antes del 2 de abril
había concurrido a la Plaza de Mayo a manifestar su descontento para con el
gobierno, los ajustes salariales y la tensa situación gremial que se vivía, y
que fue reprimida con la brutalidad común de aquél entonces. Una opinión
pública que, ese 2 de abril, concurrió con banderas argentinas y pancartas a
ovacionar a la Junta por la recuperación del patrimonio nacional, un
sentimiento que se encontraba dormido en la conciencia de los argentinos. El hecho
de haber recuperado las Malvinas dio esperanza, exaltó a las masas bombardeadas
con propaganda, hizo surgir un renovado espíritu nacionalista en el pueblo que
se tradujo en una gran campaña de cooperación. Miles de personas donaban dinero
para el “Fondo Patriótico Islas Malvinas”, los chicos en las escuelas escribían
cartas a los soldados, las madres enviaban alfajores y dulces para sus hijos en
el frente. Todo el pueblo argentino estaba decidido a apoyar, si no a la gesta
en sí, a los soldados que estaban apostados allí ofreciendo y dándolo todo por
su patria.
Por desgracia, ese apoyo llegó a las islas a medias…
Y un poco menos… Porque, en la necesidad
de encontrar una salida rápida al dilema popular que se vivía en el continente,
y ante el recibimiento de un dudoso informe en marzo que alertaba de un
submarino nuclear británico en curso al Atlántico Sur, los altos oficiales
argentinos decidieron adelantar al 2 de abril la invasión que había sido
programada para noviembre de 1982 (casi en verano) cuando la marina británica
hubiese reducido su flota y sus efectivos por la fuerte crisis económica en la
que Inglaterra estaba inmersa. Nuestros soldados se vieron combatiendo en un
clima de temperatura y humedad extremas, lo que ocasionaba que sus armas
fallasen, que los suministros se echasen a perder, que desplazarse por el
terreno lodoso sea innecesariamente trabajoso, que gran parte de ellos
contrajeran fiebre, infecciones, pulmonía, congelamientos, entre otros
percances que fueron evitables en su totalidad.
La ayuda económica, que consistía en abrigos y
alimentos, llegaba en aviones de carga y convoyes navales desde Rio Gallegos
periódicamente… Eso fue hasta que Gran Bretaña anunciara la movilización de sus
fuerzas al Atlántico Sur, dando comienzo a la guerra. Suena un poco estúpido,
pero el plan del alto mando no era la guerra, era la negociación diplomática a
través de la fuerza. Por supuesto, no se iba a pensar realmente en combatir a
uno de los grandes aliados de EE.UU… Por eso se insistió en no matar a ningún
soldado británico durante la invasión, por eso se enviaron conscriptos sin
instrucción y no se insistió en reforzar las posiciones con infantería
calificada, y por eso se redujo (y casi se anuló) el envío de suministros. Al
descartar la posibilidad real de hacer frente a la amenaza británica, los
esfuerzos de guerra se centraron en la campaña propagandística interna. Nuestros
soldados pasaron maltratos, frío y hambre por una nefasta intención política,
para dar una imagen heroica de una dictadura que perdía prestigio al igual que
se perdían hombres.
Había que “hacer de cuenta” que nos enfrentábamos a
Gran Bretaña, y había que hacer de cuenta que estábamos ganando.
Pero, por favor, no me malinterpreten… No crean que esté
diciendo que nuestros soldados “hacían de cuenta” que peleaban, ni mucho
menos… Nuestros soldados son sin duda el
más grande ejemplo de patriotismo, honor, entrega y valor en toda la historia
argentina. Sus sacrificios fueron demasiado grandes y su voluntad demasiado
fuerte como para que alguien se atreva alguna
vez a decir que esta guerra se perdió por la incompetencia o la cobardía
de quienes combatieron. Quizá el más grande ejemplo de ello fueron los pilotos
de la Fuerza Aérea, quienes aún sabiendo que la carga de sus misiles era
demasiado pesada para sus aviones, y que el combustible no sería suficiente
como para volver al continente, se arrojaban al Atlántico a vuelo rasante para
evitar los radares enemigos y se desempeñaban con una precisión que hizo
flaquear la moral de toda la flota británica. Otro ejemplo excepcional podría
ser el del submarino San Luis, cuya tripulación permaneció activa durante 40
días con daños en los motores y los sistemas de armas, y aún en esas
condiciones lograron permanecer ocultos de los sonares y helicópteros
realizando ataques ocasionales con torpedos . Pero, como bien decía un general
norteamericano, “Entrar en una guerra sin intención de ganarla es fatídico”.
Más allá de la destreza de nuestros pilotos,
nuestros marinos y nuestros soldados, los ingleses no tardaron en darse cuenta
de los gravísimos errores tácticos del alto mando argentino. Ellos se dieron
cuenta de que la guerra estaba ganada con sólo ver la precariedad de las
defensas argentinas, y el estado de frío, hambre, sueño y estrés en el que se
encontraban los conscriptos. A algunos hasta les dio lástima… Claro, ¿cómo una
guerra es justa, si tu enemigo no sabe disparar por más voluntad que tenga?
Sólo había que esperar a la rendición y, mientras
tanto, “presentar batalla”.
Y la rendición llegó, claro, cuando el último
bastión de defensa cayó en Puerto Argentino (que pasó a llamarse Port Stanley)
el 14 de junio. La Junta Militar, en su afán de continuar con su propaganda, no
tenía intenciones de rendirse hasta la caída de la última posición argentina en
el archipiélago, hasta que el último centímetro de tierra hubiese sido
reconquistado por los ingleses, hasta que hubiese muerto el último que tenía
que morir… Sólo entonces Galtieri anunció la rendición, y dio comienzo a otro
periodo de ocupación inglesa. Así terminó esta guerra.
¿Sirvió?... Y… Depende cómo lo veamos… Si nos
centramos en el contexto de la guerra en sí, fue un fracaso, si no se lo puede
llamar una vergüenza militar por las negligencias y la obstinación del alto
mando de la Fuerzas Armadas. Esta es la visión más común, y más aceptada… Pero,
si apreciamos el contexto diplomático actual y el reclamo que Argentina lleva
adelante ante el Comité de Descolonización de la ONU, la ‘Operación Rosario’ (realizada
el 2 de abril) fue una jugada estratégica realmente necesaria.
Resulta ser que en los principios de derecho
internacional hay una regla jurídica que se llama “Doctrina de Estoppel”, que
dice que si un país pierde soberanía sobre un territorio y no realiza ninguna
acción concreta de reclamo (o sea, guerra) antes de que pasen 150 años, pierde
todo derecho a reclamar soberanía después. El 3 de enero de 1983 se iban a
cumplir los 150 años de ocupación inglesa en las Malvinas. Hoy en día, si no
fuese por el enorme sacrificio de nuestros soldados, tendríamos que
acostumbrarnos a la idea de decirles Falklands. Gracias a ellos, aún tenemos la
oportunidad de recurrir al diálogo, de sentarnos, si no a negociar, a hablar al
respecto con las autoridades británicas dejando a un lado los rencores,
levantando la frente y apoyándonos en el derecho, la justicia, la paz y la
soberanía.
Aún queda un camino largo por recorrer para
recuperar nuestras islas, pero es un camino que transitaremos firmes, seguros
y, sobre todo, en paz. Y cuando por fin veamos una vez más y para siempre la
bandera argentina hondeando en suelo malvinense se cumplirá la consigna que han
cantado durante generaciones:
¡Brille, ¡oh patria!, en tu diadema la perdida
perla austral!
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