Odisea de ida

Se avispaba el navegante,
presto a la aventura.

Levanta las anclas de su primavera,
hechas de flores cortadas
que él mismo podó de su vida,
repleta de nada,
y zarpa a ese horizonte
en busca de una costa
para morir sintiendo
la tierra en sus pies.

En silencio espera
que su tripulación ruinosa
y en toda su miseria
lo lleven a aquella tierra,
ese nuevo mundo
igual y diferente.
Repleto de todo
lo que la nada ocupa.

Al horizonte, tormenta.
Atrás, nubarrones.
La noche cae,
estrellas ausentes.
El navegante perplejo
se guía por su instinto
mientras la tripulación miserable
planea el regreso.

Hoy sigue su periplo,
con ese destino errante
en busca de alguna aventura
ese insólito navegante.
La noche sigue.
Las nubes, quietas.
Las estrellas, ausentes.

Nadie sabe hasta cuando continuará,
no sabe que navega
en paralelo a su costa.

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