Nacionalismo

Sol a sol.
Luna a luna.
Noche a noche,
frío.

Defendemos nuestro destino,
tan soñado,
tan cerca,
y a la vez tan lejano.

Los niños crearon a su Madre,
y le prometieron defenderla,
cuidarla,
quererla...
Y como toda madre,
conmovida,
tuvo que creerla.

Aprendió de nosotros,
y nosotros de ella.
Y de aquello visto
surgió una idea
que encantó a la Madre,
pero no a Caín.

Como hermanos de sangre
peleamos
tanto por intereses
como por nimiedades.
¿De que sirve pelearse,
si la que llora es la Madre?

Luchamos por la Madre,
y por nuestros hermanos
y como había sido,
de antemano,
Caín venció.
Los Abeles nos callamos,
otra vez.

Nos vendimos todos,
y nos dejamos comprar
tantas veces...
¿Que precio tenía nuestra libertad?
¿Una pelota,
o quizás un Exocet?
Lo pensamos entre ruinas,
calcinadas.

La pelea continúa,
la Madre sigue llorando.
¿Por qué nos odiamos,
si la que llora es la Madre
al ver a sus hijos enfrentados?
Pero sabe que todo es por ella
y calla ahogando una lágrima.

Abeles seguimos en pie.
Caín, consumido por la envidia,
se apoya en bastones.
¿Nos dejarán vivir?
¿Hará frío en la noche?
Eso no importa,
en tanto viva la idea
y nos mire la Madre
en la cuna.

Defendemos nuestro destino,
tan soñado,
tan cerca,
y a la vez tan lejano.

Sol a sol.
Luna a luna.
Noche a noche,
frío.

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